Tres traidores al pueblo español y un ladrón

Luis María AnsonPedro J. Ramírez y Juan Luis Cebrián son probablemente los tres principales referentes de la prensa impresa española durante la etapa del teniente general Emilio Alonso Manglano como director del CESID, es decir desde 1981 hasta 1995. Los dos primeros por un lado y el tercero por el otro protagonizaron hace tres décadas una lucha encarnizada; Cebrián a favor del Gobierno de Felipe González, y Anson y Ramírez, en contra. Sin embargo, los tres mantenían contacto con Manglano, los tres conocían al menos algunos de los escándalos de Juan Carlos I y los tres se los ocultaron en todo o en parte a sus lectores.

Anson dirigió el diario ‘ABC’ desde 1983 hasta 1997, Cebrián fundó ‘El País’ en 1976 y lo dirigió desde entonces hasta 1988 –cuando fue nombrado consejero delegado del Grupo Prisa (editora de ‘El País’) y del propio diario, cargo que ostentó hasta 2018– y Ramírez dirigió los diarios ‘Diario 16’ desde 1980 hasta 1989 y ‘El Mundo’ desde que lo fundó aquel mismo año hasta 2014. Cuando en 1995 Manglano dimitió como director del CESID por un escándalo relacionado con escuchas ilegales, las redes sociales no existían, el periodismo digital aún era irrelevante y Anson, Cebrián y Ramírez eran probablemente los tres principales referentes del periodismo escrito de ámbito estatal.

Felipe González presidió el Gobierno desde 1982 hasta 1996, es decir coincidiendo prácticamente con toda la época de Manglano como director del CESID. González –que también conocía bien los escándalos de Juan Carlos I– y su gobierno constituyeron el epicentro de la guerra mediática que, entre principios y mediados de los noventa, mantuvieron Anson y Ramírez por un lado y Cebrián por el otro. Y es que ambas partes defendían las dos grandes señas de identidad del régimen del 78 –la monarquía, encarnada entonces en Juan Carlos I, y el turnismo bipartidista–, pero sobre todo en el caso del turnismo bipartidista –la “alternancia”, lo llamaban– lo hacían cada una a su manera: Cebrián como el principal valedor de González, y Anson y Ramírez apostando por su sustitución por José María Aznar como presidente del Gobierno. De hecho, corría 1994 cuando Anson y Ramírez fundaron la AEPI (Asociación de Periodistas y Escritores Independientes) con el objetivo de acelerar la sustitución de González por Aznar, y Cebrián bautizó la asociación como el “Sindicato del Crimen”.

Más de un cuarto de siglo después, Anson preside ‘El Cultural’ –suplemento cultural del diario ‘El Mundo’–, Ramírez dirige y edita el diario digital ‘El Español’ y Cebrián es el presidente de Honor de ‘El País’, y los tres se juntaron la semana pasada en la sede de ‘ABC’ para presentar el libro ‘El jefe de los espías’, elaborado por los periodistas de ‘ABC’ Juan Fernández-Miranda y Javier Chicote con el archivo personal de Manglano que la familia del teniente general puso a su disposición.

En un ambiente mucho más distendido que el de hace tres décadas –cuando nunca se les habría ocurrido presentar juntos un libro–, Anson, Ramírez y Cebrián dijeron algunas cosas interesantes sobre Manglano, de quien todo el mundo sabía –como ‘El jefe de los espías’ confirma ahora– que conocía los escándalos de Juan Carlos I y los ocultó. Ramírez atacó a Manglano, Cebrián lo defendió, y Anson vino a decir que ambos tenían razón.

Ramírez acusó a Manglano –al que calificó de “incompetente” y “falsario”– de convertir el CESID en una especie de extensión de la Casa Real y de cometer presuntos “delitos” al ocultar “múltiples actividades delictivas” no sólo de Juan Carlos I pero sobre todo de Juan Carlos I. Según Ramírez, si Manglano no hubiera ocultado esos presuntos delitos, “la opinión de los españoles” de entonces sobre Juan Carlos I se habría parecido “mucho más” a la de los españoles de ahora.

Por el contrario, Cebrián intentó quitarle hierro al archivo personal de Manglano y, aunque reconoció que lo que el libro cuenta sobre el teniente general es “moralmente reprochable”, “no es diferente a lo que hacen otros jefes de los servicios de inteligencia de países democráticos y no democráticos”, pues “todos los Estados tienen cloacas”. Según Cebrián, Manglano “defendió los intereses de España y no merece los calificativos que le has dedicado, Pedro”. Y el presidente de Honor de ‘El País’ fue aún más benévolo con Juan Carlos I, pues aseguró que “este país tiene una deuda de gratitud” con él.

Por su parte, Anson destacó que, cuando se produjeron los hechos que cuenta el libro, él era –como ahora y como siempre– monárquico y “todos” los demás eran “juancarlistas”, y optó por “descomprimir la tensión” entre Ramírez y Cebrián, pues “las cosas pueden tener dos caras y las dos resultar ciertas”, zanjó.

El papel clave de los medios de comunicación

En lo que no entraron ni Anson ni Ramírez ni Cebrián es en el papel clave que desempeñaron los medios de comunicación –es decir en el papel clave que desempeñaron ellos mismos– en la ocultación de los escándalos de Juan Carlos I que sus directores conocían y no publicaban. Por qué aquellos escándalos nunca llegaron a los lectores de ‘ABC’, de ‘Diario 16’, de ‘El Mundo’ o de ‘El País’ es la gran pregunta, y la ha respondido Rebeca Quintáns, autora de ‘Un rey golpe a golpe. Biografía no autorizada de Juan Carlos de Borbón’ (Ardi Beltza, 2000).

Quintáns –que escribió el libro bajo el pseudónimo “Patricia Sverlo” precisamente por miedo a las consecuencias– y su editor, Pepe Rei, sí contaron –en pleno reinado de Juan Carlos I– muchos de los escándalos que Anson, Ramírez o Cebrián ocultaban, pero lo hicieron a un precio muy alto: el cierre de la editorial y revista Ardi Beltza y el encarcelamiento de Rei.

Rei –fallecido el pasado mes de marzo– denunció y Quintáns sigue denunciando que durante el reinado de Juan Carlos I los grandes medios de comunicación establecieron un pacto no sólo para silenciar los escándalos del entonces jefe del Estado sino también para trasladar a la opinión pública una imagen política y personal de este que no se correspondía con la realidad sino todo lo contrario, es decir un pacto de silencio “para no publicar nada que perjudicara a la Corona” y que en muchos casos, más que de silencio, llegó a ser de propaganda.

Un pacto no escrito –aunque la prensa extranjera ha llegado a hablar de un acuerdo sobre privacidad de la Familia Real firmado en 1976 entre el Gobierno y la prensa española– que “se ha justificado por el alejamiento popular respecto al sistema monárquico durante la Transición, que obligaba a protegerlo frente a críticas peligrosas que habrían de ser inevitables en un sistema de completa libertad de prensa”, que estaba plenamente vigente en el año 2000 –cuando Ardi Beltza publicó ‘Un rey golpe a golpe’– y que la irrupción del periodismo digital y las redes sociales hicieron volar por los aires aunque sólo en parte, porque en gran medida sigue vigente. “Ese pacto, que formalmente no ha existido nunca, en la práctica sigue perfectamente vigente a día de hoy”, insiste Quintáns.

Cuando Pepe Rei publicó ‘Un rey golpe a golpe’ como director de Ardi Beltza, Luis María Anson era fundador y columnista del diario ‘La Razón’, Pedro J. Ramírez era director de ‘El Mundo’ y Juan Luis Cebrián era consejero delegado de PRISA y de ‘El País’. Resulta poco creíble que no conocieran al menos los escándalos sobre Juan Carlos I que publicaron Rei y Quintáns, como resulta prácticamente cómico que la prensa española pretenda ahora circunscribir la ocultación de esos escándalos a Manglano, fallecido en 2013.


Fuente: El poder mediático que se peleaba por la “alternancia” mientras ocultaba los escándalos de Juan Carlos I

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