Si a la renta mínima tambien a la limitación de renta máxima

 

La renta básica es un desiderátum histórico desde que Thomas Paine diseñó a finales del siglo XVIII en su Inglaterra natal un programa para evitar la pobreza de los británicos mediante un sistema impositivo creciente gravando a las herencias en el momento de su transmisión a los herederos. Se crearía un "fondo nacional", del que se detraerían cantidades para ayudar a los británicos en dos momentos decisivos de sus vidas, cuando comienzan y abandonan el trabajo: a los 21 y 50 años. Sin ningún tipo de condición o contraprestación. ¿Extraña medida? Pues pregunten a la gente que han visto cómo nuestro Estado gravaba sus herencias al heredar. La renta básica es solo una cantidad módica concedida por el Estado incondicionadamente para poder atender a las necesidades más elementales de las personas y garantizar su derecho a la subsistencia. No se trata de un subsidio más sometido a la voluntad de los Gobiernos de turno, sino de una renta garantizada.

Actualmente un alto número de economistas ha diseñado una renta básica para nuestro país utilizando métodos de simulación de financiación diversos, que el lector interesado puede encontrar en la web de la "Red Renta Básica, sección España". El reconocimiento jurídico de la renta básica culminaría el proceso de construcción en nuestro país del Estado social y democrático de Derecho (art. 1.1. de la CE)  e incorporaría a nuestro ordenamiento jurídico un derecho social de cierre de la lista de los derechos sociales. Serían muchos sus beneficios  y el mayor de ellos la supresión de la pobreza extrema y de la estigmatización social que conlleva. También contamos con un abanico de diseños de limitación de la renta máxima, comenzando por el difundido programa del economista Piketty en su libro Capital e Ideología.   

Ambas, renta básica y limitación de la renta máxima forman parte de la tradición republicana. Esta tradición ha defendido la pequeña propiedad, que permite al ciudadano ser independiente y libre y poder participar en la vida pública de su país, y también ha condenado a la gran propiedad por generar una extrema desigualdad entre los ciudadanos y dejar abierta una ventana a la corrupción Sirva de muestra un párrafo de Montesquieu: "En una buena democracia no basta que las parcelas de tierra sean iguales, sino que han de ser pequeñas". El republicanismo ha pretendido un mínimo para todos y se ha opuesto a las grandes fortunas. Una posición totalmente contraria al liberalismo, que siempre ha dejado manos libres a los grandes propietarios y al acaparamiento de la riqueza por unos pocos, permitiendo su crecimiento sin límite.  

Entre renta básica reconocida y renta máxima incontrolada, colocadas en los extremos, hay vasos comunicantes, que quizás no haya advertido el lector. Porque es un hecho que la primera nos hace más iguales y la segunda más desiguales. La desigualdad de la renta máxima incontrolada detiene y fractura la igualdad que persigue la renta básica. Y no olvidemos que todos los informes sin excepción de la Unión Europea –además de los informes de Cáritas y las ONG- muestran cómo la desigualdad ha ido aumentando entre los españoles: los ricos son más ricos y los pobres más pobres. Las clases medias –advierte Cáritas- ahora se arriman a sus comedores sociales. Por lo tanto, quienes defienden un liberalismo a machamartillo, que pasa por la máxima liberalización del acceso y tráfico de la riqueza y de la capacidad contractual de las partes en el mercado, no deben olvidar que el liberalismo no es simplemente una teoría política al uso, que promueve un maximum de garantía de los derechos de libertad y un mínimum de Estado de brazos caídos, sino una teoría muy consecuente en la práctica: la que abre los brazos a la extensión de la desigualdad entre las personas hasta cotas inconcebibles. Extremo contraste entre las cifras astronómicas que perciben los deportistas de élite, los altos cargos de las finanzas, los altos responsables políticos, que no paran de subirse sus retribuciones desvergonzadamente ante el crecimiento imparable de las masas de los pobres, los antiguos y los nuevos.

Fuente: Ramón Soriano

 



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