El periodismo crítico” se me da “bastante mejor” que la política institucional.

La política institucional es sólo una parte de la política, y política hace todo el mundo, aunque no todo el mundo sea consciente de ello. Todo el mundo hace política –incluso quienes dicen dejarse hacer y se dejan, de alguna forma también están haciendo–, aunque sólo una parte la haga de forma organizada, una parte aún menor la haga organizada en partidos y una parte aún menor la haga organizada en partidos con representación institucional. Política se hace desde muchos ámbitos, y el ámbito mediático es uno de los principales. Todos y cada uno de los medios de comunicación –y todos y cada uno de sus profesionales– hacen política, y la política que hacen algunos o todos los grandes grupos de comunicación tiene más peso que la de algunos o todos los partidos con representación institucional. El poder mediático hace política –probablemente, más que ningún otro–, y nunca ha dejado de hacerla.

¿Alguien duda de que los poderes económicos que ponen y quitan directivos de medios de comunicación tienen más poder real que cualquier miembro del Congreso e incluso del Gobierno? ¿Alguien duda de que, cuando ponen y quitan directivos, esos poderes económicos están haciendo política? ¿Alguien duda de que esos poderes económicos ponen y quitan directivos para que esos directivos, además de periodismo, hagan política?

Haría mal en dudarlo.

No es que un periodista mientras ejerce su oficio –lo haga a tiempo completo o parcial y de forma profesional o amateur y lo haga para un medio de comunicación, para un banco o para toda una casa real– pueda hacer política, es que efectivamente la hace. Quien ejerce el periodismo –no sólo quien ejerce el periodismo, pero también quien ejerce el periodismo, sea como cronista parlamentario o como corresponsal en Lampedusa– está haciendo política. Quien lo ejerce desde el rigor y la honestidad personales, profesionales y políticos, está haciendo política. Y quien no, también. Intentar convencer a alguien de que el periodismo –y muy especialmente el periodismo político– no forma parte de la propia acción política sólo puede ser fruto o de la ignorancia o de la mala fe.

El martes pasado se publicó que la revista digital ‘CTXT’ –dirigida por Miguel Mora y vinculada al diario digital ‘Público’– ha reforzado su sección de opinión con Pablo Iglesias, quien publicará columnas y además formará parte del Consejo de Redacción de la revista. El viernes pasado se publicó que el ex secretario general de Podemos y exvicepresidente de Derechos Sociales del Gobierno de coalición se incorporará como contertulio al programa de RAC1 –propiedad del Grupo Godó, propietario también del diario ‘La Vanguardia’– ‘El món a RAC1’ –que dirige y presenta Jordi Basté–, y este lunes se ha publicado que se incorporará como contertulio al programa de la Cadena SER –propiedad del Grupo PRISA, propietario también del diario ‘El País’– ‘Hora 25’ –que dirige y presenta Aimar Bretos–. ‘El món a RAC1’ es uno de los programas de referencia de RAC 1 –la cadena de radio más escuchada en Catalunya–, y ‘Hora 25’ es uno de los programas de referencia de la SER –la cadena de radio más escuchada en España–. Iglesias –ex profesor y exinvestigador de la Universidad Complutense de Madrid– compatibilizará esas colaboraciones con su puesto de trabajo a tiempo parcial como investigador adscrito al IN3 (Internet Interdisciplinary Institute) de la Universitat Oberta de Catalunya, donde participará en el proyecto ‘Análisis de los discursos ideológicos en las redes sociales. El caso de la comunicación política en red en España’.

Es evidente que para ‘CTXT’, RAC 1 y la SER es un lujo contar como analista con el politólogo Iglesias, que además para muchos se convirtió en un referente político al dirigir primero Podemos y después una Vicepresidencia del primer Gobierno de coalición de ámbito estatal desde la II República y que también para muchos ya era un referente periodístico por su trabajo al frente de históricos programas de debate político como ‘La Tuerka’ o ‘Fort Apache’, que le reportaron varios premios de periodismo.

Blanqueamiento de la ultraderecha

El viernes pasado –precisamente durante su presentación como contertulio de RAC 1–, Iglesias advirtió de todo un “clásico” del periodismo y de la política en España: un digital de ultraderecha “publica una mentira”, grandes televisiones “se hacen eco” de ella y perfiles del partido ultraderechista Vox “la difunden” en las redes sociales. El exvicepresidente alertó de que esa realidad –que “explica que en este país dentro de unos años podamos tener a Vox en el Consejo de Ministros”– “no se puede disociar de una estructura de poder mediático que en España ha blanqueado a la ultraderecha, que representa en estos momentos la mayor amenaza a las libertades, a la democracia y a la propia verdad”. “Yo dije desde el principio que cuando dejara la política me querría dedicar al periodismo crítico, y creo que esto es una cuestión de compromiso con la libertad y con la democracia”, recordó Iglesias, quien añadió que además esa labor “del análisis desde fuera y del periodismo crítico” le apetece “mucho más” y se le da “bastante mejor” que la política institucional.

Esa estructura de poder mediático que sin ambages ha blanqueado y sigue blanqueando a la ultraderecha, y que facilitó y legitimó el acoso ultraderechista contra Iglesias –y su familia– durante toda su etapa como vicepresidente del Gobierno, ha sido la primera en cargar contra el politólogo, aunque la crítica más sonada, por su repercusión en las redes sociales, ha llegado del periodista Javier Ayuso, que ha asegurado en su perfil de Twitter que “Pablo Iglesias tiene todo el derecho a participar en tertulias de radio o televisión, pero que no lo llame periodismo crítico, sino activismo político”, porque “él no es periodista, sino político”.

Ayuso ha sido jefe de sección de la agencia Efe, ha dirigido el diario económico ‘Cinco Días’, ha desempeñado puestos directivos en las redacciones de los diarios generalistas ‘ABC’ y ‘El País’ y ha sido director de Comunicación del BBVA (Banco Bilbao Vizcaya Argentaria) y de la Casa Real, puesto que desempeñó durante el último tramo del reinado de Juan Carlos I, concretamente desde 2012 –el año del inenarrable incidente de Botsuana, despachado con aquel inolvidable “lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir”– hasta la abdicación en 2014 del anterior jefe del Estado, actualmente recluido en Abu Dabi. Cuando Ayuso accedió a la Dirección de Comunicación de la Casa Real de Juan Carlos I, Iglesias andaba presentando ‘La Tuerka’, programa en el que, además de periodismo crítico, hacía política, como todos –Ayuso incluido– desde sus respectivos ámbitos, y muy especialmente cuando se trata del ámbito periodístico, marcado en la España del monárquico régimen del 78 por tres grandes rémoras: la concentración empresarial, la herencia franquista y el corporativismo. Tres grandes rémoras que explican el blanqueamiento de la ultraderecha –sin parangón en los Estados del entorno– al que el exvicepresidente se refirió el viernes pasado en RAC 1.

La política institucional es sólo una –pequeña– parte de la política, y el poder político es sólo una –pequeña– parte del poder. Por eso identificar la política institucional con “la política” –obviando la que se hace fuera de los partidos o de las instituciones– o identificar el poder político con “el poder” –obviando el poder económico que por ejemplo pone y quita directivos de grandes medios de comunicación– es no entender nada o no querer que lo entiendan los demás.

Pobre de la sociedad que no sepa cuidarse bien de los meros cronistas oficiales.

Fuente: El poder mediático nunca ha dejado de hacer política

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