Es bueno que según qué cosas queden reflejadas para siempre en el diario de sesiones del Congreso de los Diputados. Y si esas cosas tienen que ver con la esmirriada salud democrática del panorama mediático en nuestro país, resulta además higiénico que se denuncie en sede parlamentaria. Lo insólito es que tratar este tema desde la tribuna de oradores, como el miércoles hizo Pablo Iglesias, sea algo excepcional, por no decir inédito.
Cuando el PSOE lo defenestró, allá por 2016, Pedro Sánchez se lo dijo a Jordi Évole bien clarito: El Grupo Prisa lo amenazó para que no pactara con Podemos. En uno de sus furibundos editoriales contra él, El País llegó a llamarlo “insensato sin escrúpulos”, como el otro día tachó de “desleal” a Iglesias por advertir en público del déficit de normalidad democrática que sufrimos en España. Hablo de El País porque para algunos aún conserva cierta fama de ser el menos descerebrado de los medios madrileños escritos, hablados y televisados que a diario bombardean para encanallar el ambiente. La diana, desde hace siete años, suele ser mayoritariamente Podemos, pero también lo es el PSOE, y el Gobierno de Coalición, y Bildu, Esquerra y demás partidos independentistas y nacionalistas vascos y catalanes…
Hay una óptica madrileña en la manera de enfocar la información política española cuya orientación obedece a los intereses de grandes bancos, fondos de inversión y empresas de postín porque son ellos los propietarios de los medios. No existe un contrapeso para esos mensajes, no existe la posibilidad de equilibrar la balanza en la oferta informativa para que el espectador, lector o radioyente tenga acceso a distintas versiones y pueda extraer sus propias conclusiones. No existe porque no hay ningún medio con el suficiente eco que no esté en sus manos.
Eso es lo que, a mi entender, puso de manifiesto Iglesias este miércoles en el Congreso para vergüenza de quienes amamos la profesión periodística y estamos hartos de denunciar un desequilibrio que, al menos a corto plazo, no parece que haya manera de solventar. Como cuesta tanto trabajo avanzar, la denuncia en sede parlamentaria del líder de Podemos puede ser un buen comienzo.
Algo hay que hacer para que esto cambie; para que, por lo menos vuelva a estar como estaba hace cuarenta años, cuando empresarios como Antonio Asensio o Juan Tomás de Salas presidían empresas donde quienes trabajábamos no recibíamos presiones para hacer nuestro trabajo. Luego todo se fue torciendo. Zeta y el Grupo 16 dejaron de ser lo que fueron hasta diluirse, sus dueños murieron y Prisa, cuando Polanco falleció, fue pasando a manos cataríes, mejicanas, gestoras de fondos de inversión, bancos y Telefónica. La flor y nata, vamos. El duopolio audiovisual Mediaset y Atresmedia vive solo para hacer genuflexiones diarias a los tejemanejes de sus propietarios y las televisiones públicas son una bazofia en manos de trepas serviles entregados de pies y manos a las instrucciones de los mandatarios de turno.
Así, cuando aparece un político que denuncia todo esto en el atril del Congreso de los Diputados, lo describe de manera enérgica y contundente, y se le ocurre sugerir que algo habrá que hacer para que las cosas mejoren, toda la jauría de bienmandados se rasga las vestiduras y se le echa encima tachándolo de estalinista, controlador y enemigo de la libertad de expresión.
Como sigamos por este camino nos vamos a volver todos locos. ¿Acaso no es evidente que los periodistas reciben hoy en día en cualquier redacción muchas más presiones de las tolerables? ¿Acaso no es evidente que apenas hay manera de hacer periodismo decente? ¿Acaso el camino es continuar soportando infames primeras páginas torticeras, manipuladoras, purulentos contenedores de fake news a granel?
¿Acaso no es cierto que los poderes mediáticos deciden las agendas, los temas de los que se habla y los que no, las voces y opiniones que se pueden escuchar? ¿Alguien puede discutir que no hay libre competencia en los medios cuando Atresmedia y Mediaset copan el 80 por ciento de la audiencia televisiva y el 83 por ciento del mercado publicitario? ¿Alguien puede discutir que los medios en España, en lugar de actuar como contrapoderes, lo hacen como brazos mediáticos de los poderes económicos? Eso fue lo que denunció Iglesias en el Congreso: se limitó a ponernos el espejo para que viéramos reflejadas nuestras vergüenzas.
El panorama de los medios en España, evidencia incontestable de la carencia de calidad democrática, pide a gritos que quien publica mentiras pague por ello y que los espectadores, los lectores, los radioyentes puedan contar con medios que le permitan conocer la otra cara de la luna para así poder tener opinión propia. ¿Eso es controlar, eso es interferir? Yo creo que no, que eso es un derecho del que carecemos y los derechos se arrancan porque nadie los regala. Así que si un político se remanga, lo denuncia y lo plantea en sede parlamentaria, quienes luchamos por la pluralidad y la libertad de expresión deberíamos valorarlo. Como refleja la Constitución, “la información es un derecho de la ciudadanía”, no un privilegio de millonarios.
La ausencia de pluralidad en los medios de comunicación españoles es uno de los factores que caracteriza al déficit democrático que sufre nuestro país. Algo hay que hacer para que esto mejore; sería la única manera de que, a quienes todavía creemos que es posible practicar un periodismo decente, empezara a dejársenos de caer la cara de vergüenza.
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