Un análisis del recorrido político de UP

 Tras la coalición con IU la permanencia de Iglesias al frente de Podemos no ha hecho más que depreciar la organización, y no tan solo por el efecto fagocitario ejercido por los comunista, sino también, por su autoritarismo, el formato piramidal y la cerrazón al debate interno

En el verano de 2015 en pleno auge de Podemos Pablo Iglesias no quería saber nada del ‘aburrido’ PCE y de su heredero Izquierda Unida, como así lo evidencia la diatriba que en estos términos dedicaba a los comunistas.

“Sois precisamente vosotros los responsables de que en este país no cambie nada. Sois unos "cenizos". No quiero que "cenizos" políticos, que en 25 años han sido incapaces de hacer nada, no quiero que dirigentes políticos de Izquierda Unida, que son incapaces de leer la situación política del país, se acerquen a nosotros. Seguid en vuestra organización. Presentaos a las elecciones, pero dejadnos en paz (…) Quedaos en vuestro sitio. Podéis cantar la Internacional, tener vuestras estrellas rojas (….) No quiero hacer política con eso. Dejadnos vivir a los demás“.

Un año después en otro arrebato de incongruencia Iglesias declinaba en su afrenta para manifestarse justo al revés.

«Yo sí me veo construyendo un futuro con Alberto Garzón (…) Los españoles lo que quieren es que se les diga la verdad (…) Nadie podrá decir que nosotros no hemos sido coherentes desde el principio (…) Es evidente que Llamazares representa el pasado y Alberto [Garzón] el futuro (…) Podemos tiene que ser generoso y reconocer la identidad de IU en la coalición electoral.»

Se iniciaba así el giro a babor de organización morada y la confluencia con lo “cenizos” de otrora, en una conversión que hacía de IU una fuerza moderna y de cambio merecedora de todo respeto.

Alucinante, ver para creer!

Pero más allá de la planificada estrategia electoral que se perseguía con la alianza, lo cierto fue que en los comicios del 26 de junio de 2016 la constituida coalición Unidos Podemos no tuvo ni con mucho los resultados esperados como puso de manifiesto la pérdida de un millón de votos sobre el acumulado de sus anteriores resultados en las urnas, demostrando que "las etiquetas del pasado" más que ejercer de incentivo menguaban el resultado electoral.

Dicho esto, hemos de tener presente que desde su creación Podemos llevaba hilando un rígido discurso contra los partidos de la “casta”, tratando de convertir la tradicional confrontación entre izquierda y derecha en una disputa entre los privilegiados y la “gente decente”; circunstancia que varió en lo substancial tras su fusión con IU, pues de reclamar un proyecto constituyente ante un “régimen que se derrumbaba” es decir, de criticar el "régimen del 78" pasó a erigirse en defensor de la Constitución, o lo que es lo mismo, a asumir como propio el anacrónico papel jugado desde la transición por los titulares de la hoz y el martillo.

El proyecto fundacional no barajaba para nada la constitución de un “partido de izquierdas a la vieja usanza”, sino un movimiento transversal de abierta penetración democrática

Pero la jugada tiene más recorrido, pues el plan del partido de Alberto Garzón no se para en alianzas coyunturales sino que su verdadera finalidad es la integración de facto de los militantes de su formación en un proyecto de “convergencia común”, con estructuras conjuntas con el partido morado.

Una estrategia que por descabellada que parezca cuenta con la conformidad del propio Pablo Iglesias quien apadrina la operación con la finalidad de aprovechar la estructura territorial de IU para vertebrar el nuevo Podemos, en el contexto de un formato orgánico que no solo supondrá el borrón y cuenta nueva de los círculos podemitas sino que afianzará el control efectivo de la organización acorde a la verticalidad de la ortodoxia comunista contra la que líder podemita arremetía cinco años atrás, pero que actualmente considera imprescindible como garantía de su sostenibilidad al frente del aparato.

Nada queda de aquel proyecto fundacional que en modo alguno barajaba como alternativa la constitución de un “partido de izquierdas a la vieja usanza”, sino uno que "hiciera pueblo", es decir un movimiento transversal de abierta penetración democrática; pero el inconveniente para su consolidación fue desde siempre que ese formato representaba un obstáculo en las expectativa de quienes como Iglesias y Montero intentaron desde siempre modelar a su medida la organización para su blindaje y promoción personal, que a la vez les eximiese de toda responsabilidades ante sus repetidas debacles electorales.

Las continuas mutaciones ideológicas, purgas, luchas internas, acusada merma de representación institucional y total carencia de autocrítica hicieron mella en la organización morada poniendo de manifiesto que el liderazgo de Iglesias dejó de convencer hasta a los propios, lo que les conduce a un hundimiento electoral sin precedentes que llevaba camino de situarles a nivel de los peores resultados alcanzados por IU en las urnas.

Todo lo que nos han vendido los actuales dirigentes de Podemos atribuyéndose el 15M, las políticas transversales y no ser de izquierdas ni de derechas, nada tiene que ver con la realidad, pues a juzgar por los hechos la verdad de su tránsito político es que salieron de IU para terminar arribando a IU, un viaje en circuito cerrado para el que no precisaban alforjas, pues la verdad es que no fueron a ninguna parte

!Podemos no era tal!

Galdo Fonte

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