La izquierda de la derecha


Concluido ya un ciclo electoral, en efervescencia desde diciembre de 2015, durante el cual el Régimen del 78 ha conseguido rehacerse, nos encontramos ante la formación de gobiernos en comunidades autónomas, ayuntamientos y todavía, tras más de dos meses desde las elecciones, en plenas negociaciones para conformar el gobierno del país.

Lo de que el R78 ha conseguido rehacerse es una evidencia, por más que la “precozmente envejecida” nueva política nos quiera seguir vendiendo la moto de que el orden de fuerzas ha cambiado o que ya no habrá más gobiernos de mayorías absolutas, como si ello, por sí mismo, significara necesariamente que algo ha cambiado, o siendo más concretos, que ha cambiado a mejor para la clase trabajadora, porque el cambio también es VOX quitando pancartas o bustos y teniendo poder ya en la capital de España nada menos, como antes lo fueron Trump, Salvini o Bolsonaro. Precisamente la aparición de VOX fue el ingrediente perfecto para que el voto útil viera refugio en el partido que mejor representa al régimen, el PSOE. La táctica de infundir en la población el miedo al fascismo supuso que en el contexto general, el votante rebajara por mucho sus exigencias, que ya de por sí podríamos definir como bastante limitadas. El mal menor como reclamo ha resultado perfecto, tanto que incluso Pedro Sánchez utilizaba este argumento, si podemos llamarlo así, en sus mítines de campaña, tanto que sus consecuencias van más allá de ganar las elecciones, que no es poca cosa. Porque no nos engañemos, el mayor logro ha consistido en mover todo el tablero político e ideológico a la derecha, y es que cuando a uno le pintan que se avecina el apocalipsis ve mejor quedarse como está, reflexión simple y lógica, será por ello que el refranero español alude repetidamente a ella en diferentes formas, que poco me agradan, todo hay que decirlo. Volviendo al tema que nos ocupa hay que decir que donde estábamos era con un gobierno socialista apoyado por Podemos que en nueve meses no había hecho absolutamente nada por derogar la reforma laboral o la ley mordaza. Pues bien, para la primera ya se conforman con modificar ciertos aspectos y la segunda ya tal, vamos, que nos las comemos con patatas otros cuatro años como mínimo hablando pronto y mal. Nos hablan mucho de la “derechización” de C’s o hasta del PP (tiene cojones, con perdón) pero estos no se quedan cortos.

Si nos centramos un poco en los morados, uno de los actores que más ha contribuido a la controlada canalización de la indignación hacia las instituciones y sus márgenes imposibles de sobrepasar, hay que asustarse. Porque da miedo el tiempo que vamos a tardar en quitar la etiqueta de izquierda a algunos de sus satélites. Hablo de Errejón, Carmena y sus magdalenas mata nazis y toda su cohorte de trepas, desgraciados que se atrevían a acusar de colaboración con el fascismo a quienes criticaban, y con razón, su deriva posmopopulista, su palabrería barata carente de ideología y desentenderse de los barrios pobres, donde se ha demostrado que perdieron las elecciones. Pero el trabajo ya está hecho, meter en barrena a la izquierda y fragmentarla buscando el interés propio. En Barcelona la “fucking alcaldesa” mantiene el bastón de mando con los votos “gratuitos” del expulsa gitanos de Valls cuando era posible un pacto con Esquerra. En la Comunidad Valenciana tenemos a Dalmau, que compara a Maduro con Hitler y al comunismo con el nazismo. ¿Dónde han quedado la deuda ilegítima, la renta universal o la nacionalización de medios de producción y sectores estratégicos? En el baúl de los recuerdos, traiciones justificadas con el “ejercicio de responsabilidad”, falacia de tamaño mayúsculo que deja a quienes apuestan por estas opciones como irresponsables que deben ser alejados de los gobiernos, algo que utiliza también la derecha más recalcitrante. Esto no supone otra cosa que la aceptación por completo de las reglas de juego. Aquellos que venían a tomar el cielo por asalto han sido domesticados a tal velocidad que avergonzarían a un socialdemócrata. Ya incluso se atreven a decir que logramos dejar atrás el fascismo franquista y que están en riesgo la democracia, la libertad y las conquistas sociales, un insulto para todos los asesinados durante la “modélica” transición, presos antifascistas muertos como perros en las cárceles españolas y lo que hoy en día siguen sufriendo el poder de la estructura franquista del Estado español, empezando por su jefe, puesto por el dictador asesino Franco. Una tomadura de pelo conociendo datos recientes como la reducción de la natalidad en un 40 % durante la última década, con todo lo que lleva asociado a los jóvenes y al país o el incremente de los alquileres. ¿Conquistas sociales? ¿En serio?

Un panorama desolador que cuesta aceptar, que afecta a toda Europa y que probablemente cueste lustros y décadas revertir a algo meramente asumible para nuestros intereses. No hay izquierda como tal, tenemos la izquierda de la derecha, con lo que ello significa.

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