Escalofriante carta de una maestra

 


Quiero compartir una historia real que ocurrió ayer en una clase de 5° de mi cole. Ocho niños tenían mala carilla, ojeras, tos, mocos. La profe les preguntó varias veces, uno a uno:

- ¿Corazón, te encuentras mal?

Y uno a uno apretaron los dientes bajo la mascarilla:
- No... 
Al rato uno de ellos se echó a llorar desconsolado:
- Profe, yo me encuentro mal pero mi padre me ha dicho que no te lo diga.

Lo otros siete enfermos fueron diciendo tímidamente:
- Y a mí...

A todos les habían dado chute de ibuprofeno y al cole, pero se había pasado el efecto. 
Les tomamos la temperatura, ninguno bajaba de 38°C. Una lloraba porque le dolía la cabeza. Otro porque no quería que avisásemos en casa. La profe, recién dada de alta de un tratamiento oncológico me llamó con ansiedad y me pidió que subiera y me quedara unos minutos por ella. 
Esta es solo una situación de las que se están dando en los coles. Esta ha sido la peor semana de esta pandemia. No juzgo en absoluto a las familias que necesitan ir a trabajar para comer y su único recurso para conciliar es la escuela. No juzgo que estén aterradas y sin medios. 
Pero me preocupa que los niños estén poniendo por delante de su propia salud la conciliación laboral de sus familias con absoluta consciencia. Me preocupa que aprendan a mentir sobre su estado para no alertar al jefe y arriesgarse al despido. Me preocupa que aprieten los dientes. 
Me preocupa también que estén en el dilema de desproteger a sus madres o a sus profes, porque los niños ven la ansiedad en la cara de esa maestra sin pelo y con pañuelo que se desencaja cuando tres de ellos tosen a la vez. No es su responsabilidad, pero se la estamos cargando. 
Me preocupa que estemos haciendo a los críos cómplices de la cara más dura de este sistema que penaliza el cuidado y que el debate en materia de salud y derechos humanos gire en torno a si un tenista entra en Australia. Los niños no solo no deben sino que no pueden sostenerlo. 
Y no veo una solución sencilla porque mientras peleamos por un permiso reconocido para cuidado de niños en cuarentena ellos están pagando el precio más caro poniendo el cuerpo de la forma más bestia y siendo absolutamente conscientes. Necesitamos medios para atenderles ya. 
No sé si habilitar espacios COVID (que podrían ser segregadores pero que les permitirían asistir), si EPI para profes que les atiendan, si qué. Pedirles a las familias que no tienen red que se ausenten 7 o 15 días (o más) de su empleo precario sin permiso es abocarles a la ruina. 
Mientras seguimos yendo al cole no sé a qué, a aprender no, desde luego y a enseñar no, desde luego. Es una carrera contrarreloj diaria contra la ansiedad colectiva especialmente dura porque las maestras no somos sanitarias y los niños no son pre personas: son nuestros vecinos. 
Agrego algunos tuits porque no me da para contestar a todos los comentarios y aportaciones: no estoy planteando un enfrentamiento entre agentes, esto no es un debate sobre responsabilidad individual sino una reflexión sobre la lucha colectiva. 
No es solo una cuestión de lucha profesional que se resuelva con una huelga del sector, lo narro como maestra porque es mi condición laboral pero esto lo viven otros colectivos de otras formas. La solución no puede recaer en reclamos independientes, es algo más profundo. 
Es un problema que atañe a toda la sociedad, alguien ha comentado que el problema está en que ya no se puede tirar de los abuelos y es que ahí hay una clave. Dónde están las redes, por qué no reclamamos una red institucional que nos permita cuidar sin arriesgar el pan. 
Pero no las maestras, no las madres, no desde el sistema sanitario o educativo. Hay un cambio de paradigma en la puerta y no se va a marchar porque nos lancemos la responsabilidad de unas a otros y nos acusemos de haber sido cómplices. Hacemos lo que podemos y no es poco. 
Esto requiere parar, pensar y encontrar soluciones, no buenas para algunas sino accesibles para todas. El reto de no caer en la desesperanza se combate abriendo la mente a la realidad con la que soñamos todas, familias, docentes y niños.
Es el primer paso para hacerla posible.

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